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Angustia
- Por herminiapsicologia
- El 31/01/2023
La angustia es un estado afectivo que causa malestar, sensación de sofoco, sufrimiento mental e incluso tristeza. Está relacionada con el temor (miedo irracional), la desesperación y, en muchos casos, con la incertidumbre. El miedo a la separación, el acoso en la escuela o en el trabajo o los pensamientos irracionales e intrusivos, entre otras situaciones, pueden provocar angustia.
Es frecuente que el término angustia se confunda con ansiedad. En este artículo hablaremos de las diferencias entre ambos conceptos y profundizaremos en las causas, los síntomas y los posibles tratamientos de la angustia.
No es fácil entender la diferencia entre angustia y ansiedad, pues son términos que suelen emplearse como sinónimos en muchas ocasiones. Hay autores que consideran que la diferencia se encuentra en que mientras la ansiedad se emplea en el ámbito clínico, la angustia tiene un origen más bien filosófico, y es especialmente importante en el existencialismo.
Y es que, a pesar de los intentos por distinguir estos conceptos por parte de filósofos, médicos y psicólogos, hoy en día siguen confundiéndose estos términos y son usados como sinónimos en muchos casos. Algunos autores han considerado que en la angustia imperan los síntomas físicos, mientras que en la ansiedad priman los psicológicos (si bien esta distinción entre síntomas es aún más confusa).
También se ha considerado que la angustia tiene un efecto paralizante sobre el individuo, mientras que la ansiedad activa una reacción motora de sobresalto. Sin embargo, en la actualidad, cuando se habla de ansiedad también se tienen en cuenta tanto los síntomas físicos como psicológicos.
Un ejemplo claro de cómo se emplean estos conceptos de manera indistinta es cuando se menciona el trastorno de pánico, pues también recibe el nombre de crisis de ansiedad o trastorno de angustia.
Si bien la ansiedad y la angustia destacan por parecerse al miedo, son diferentes a este último en el sentido que el miedo se manifiesta ante estímulos presentes, y la ansiedad o la angustia ante la anticipación de peligros futuros, indefinibles, imprevisibles e incluso irracionales.
La angustia puede ser adaptativa y útil, en el sentido de que es una reacción normal en nuestro día a día, e incluso llega a ser beneficiosa en ciertos contextos. Por ejemplo, al cruzar una carretera con el semáforo en rojo, pues nos mantiene alerta para que no nos atropellen.
Pero si pensamos en una crisis de ansiedad o un trastorno de angustia, la persona tiene una reacción de angustia desproporcionada, que paraliza al individuo, y en el que cobran presencia los síntomas psíquicos como la sensación de ahogo y peligro inminente, que nada tienen que ver con la realidad. Es por eso que puede llegar a ser considerada una psicopatología.
*psicologiaymente
Regalar
- Por herminiapsicologia
- El 23/12/2022
Cada vez que damos o recibimos algún regalo, no solo obtenemos un objeto, también solemos experimentar una sensación de bienestar, aunque la incertidumbre ante la compra de un regalo puede provocar ansiedad. La neurociencia y la psicología ofrecen pistas para entender estas sensaciones.
Una de las claves del regalo es el reconocimiento. Pero a algunas personas este acto les provoca más estrés que felicidad. La clave está en cómo lo interpreta nuestro cerebro.
Navidades, cumpleaños, aniversarios, santos... El ritual de preparar un regalo especial o recibir un obsequio de alguien cercano despierta en nosotros un abanico de sensaciones que tienen su origen en un cóctel de sustancias químicas llamadas neurotransmisores. ¿Por qué nos emocionamos al regalar algo a un ser querido? ¿Por qué tenemos una sensación de bienestar cuando alguien se acuerda de nosotros? Todo se debe a la acción combinada del sistema neuronal de refuerzo -la parte relacionada con el placer- y las sustancias que activan nuestro "yo" más emocional.
Cuando recibimos un regalo se ponen en funcionamiento las estructuras críticas destinadas al procesamiento de la información emocional, como la amígdala y la corteza prefrontal, las cuales nos provocan un bienestar muy distinto al material. Es aquello que sentimos cuando alguna persona se preocupa de nosotros o cuando, por ejemplo, alguien se acuerda de una fecha que consideramos muy importante.
El mero hecho de regalar o recibir un obsequio implica un juego de distintas sustancias químicas que actúan en nuestro cerebro: la oxitocina, la dopamina, la serotonina y las endorfinas determinarán el proceso de compra y marcarán el grado de satisfacción o bienestar de cada persona.
Por un lado, interviene la oxitocina, denominada ‘hormona de cognición social’, relevante en la construcción de una relación de confianza y el desarrollo de relaciones emocionales. Es la sustancia que se desata cuando damos un abrazo o cuando realizamos un regalo a alguien importante para nosotros. Está relacionada con la formación de relaciones personales y está presente en el establecimiento de la confianza entre las personas.
Por otra parte, nuestro cerebro tiene una herramienta perfecta relacionada con el control de las emociones que también actúa como reguladora del estrés: la serotonina. Se trata de un mecanismo evolutivo que ha ido moldeándose con el paso del tiempo como consecuencia de la evolución, y que nos ha permitido, entre otras cosas, sobrevivir ante situaciones adversas.
En la actualidad, vinculamos las situaciones de estrés a otros ámbitos, como el día a día o el trabajo, donde la posibilidad de daño físico es mínima. Sin embargo, la evolución nos ha dotado de mecanismos adaptativos, con lo que la liberación de endorfinas actúan como analgésicos cuando nuestro cerebro interpreta que puede haber un peligro que nos cause algún daño. Por este motivo, liberamos endorfinas cuando practicamos ejercicio físico.
Sin embargo, las endorfinas no solo nos ayudan a superar situaciones de estrés, sino que también se desatan para proporcionarnos bienestar. Por ejemplo, cuando estamos escuchando música en un lugar tranquilo, podemos estar liberando esa sustancia. Eso lo que lo diferencia de la dopamina, un neurotransmisor que también nos genera placer, aunque por una causa bien distinta: nos motiva para conseguir un objetivo determinado.
Por último, en todo proceso de compra actúa otro neurotransmisor fundamental: la serotonina, una sustancia “muy importante para la regulación del estado de ánimo, pues facilita que las personas puedan obtener esa sensación de bienestar emocional”, afirma Redolar. Cuando ofrecemos un regalo a alguien, hacemos que se sienta importante y, por tanto, aumenta indirectamente su nivel de felicidad.
Ansiedad, el efecto inesperado
Sin embargo, no todo el mundo experimenta una sensación agradable al ofrecer o recibir un regalo. La incertidumbre ante la compra de un regalo puede provocar ansiedad en determinadas personas, una sensación causada por el sentimiento de inseguridad que provoca no saber qué regalar, lo que, desde el punto de vista biológico, se traduce en un sobreesfuerzo de la corteza prefrontal, encargada de la planificación.
Cuando ofrecemos a alguien un regalo, entramos en una situación de alerta a la espera de la reacción. Si no obtenemos una respuesta satisfactoria, es probable que nos sintamos decepcionados, del mismo modo que el destinatario puede sentirse presionado por demostrar su satisfacción.
www.nationalgeographic.com.es/ciencia
Afrontar situaciones traumáticas
- Por herminiapsicologia
- El 29/11/2022
Cómo afrontar situaciones traumáticas en la infancia.
Los niñ@s son, con cierta frecuencia, testigos o víctimas de acontecimientos traumáticos que suponen para ellos un gran impacto emocional, por ejemplo; la muerte del padre, la madre o algún familiar próximo. Esto resulta aún más terrible si tiene lugar en un accidente de tráfico que el niñ@ ha presenciado, en cualquier otro tipo de catástrofe o en un atentado terrorista.
Los adultos se encuentran, entonces, en una situación en la que difícilmente saben cómo explicar lo sucedido al niñ@, cómo tratarle en los días sucesivos o cómo evaluar si su comportamiento y reacciones son realmente normales.
Sabemos que con unas líneas no se puede dar respuesta exhaustiva a cómo abordar situaciones tan dramáticas, pero queremos contribuir con unas pautas básicas que guíen al adulto para hablar con el niñ@ y entender sus reacciones.
Es evidente que, aunque hablemos del niñ@, hay grandes diferencias entre unos y otros. No es lo mismo, ni va a reaccionar de la misma manera, un niñ@ de 4 ó 5 años que uno de 10 ó que un adolescente de 16. Siempre tendremos que tratarles en función de su edad, teniendo en cuenta sus diferencias y considerando las experiencias que han vivido, las reacciones y las emociones que lo sucedido ha podido provocar en el niñ@ y en su familia.
Nos dirigimos, pues, a los adultos que están cerca de los niñ@s y que van a tener que enfrentarse, junto con ellos, a cualquier situación que suponga un fuerte impacto emocional.
Siempre decir al niñ@ la verdad. Nunca mentir. No se le puede decir, por ejemplo, que su padre se ha ido de viaje y tardará mucho en volver. La mentira no protege al niñ@; pensemos que, probablemente, va a conocer la verdad a través de otras personas, a veces de manera más cruda y más dolorosa. Cuando esto suceda, se sentirá engañado. Si hay alguna mala noticia que dar al niñ@, ¿no es preferible que lo hagan, de manera cuidadosa, las personas a las que el niñ@ quiere y en las que confía?
Decirle sólo aquello que pueda entender. Debemos tener en cuenta la edad del niñ@ y su nivel de comprensión. En los niñ@s muy pequeños no debemos dar información que no puedan entender. Tan absurdo sería dar explicaciones excesivas a un niñ@ de 3 años como evitarlas a un adolescente.
No dar más información de la que el niñ@ pueda asumir Estamos comunicando al niñ@ algo que le desborda emocionalmente; partimos del hecho de que debemos decírselo, sin embargo, tenemos que marcar unos límites. En general, es el propio niñ@ el que los marca, preguntando más o cambiando de tema.
Responder siempre a las preguntas que nos haga el niñ@ sobre lo que ha sucedido. En general, sus preguntas nos orientan sobre la información que desea tener, pero, en muchos casos el niñ@ no pregunta nada porque se teme lo peor, como en el caso de la muerte de alguna persona próxima. Cuando esto sucede, hay que ir un poco más allá de sus preguntas y comunicárselo.
* Defensor del menor CAM
No tengas miedo a cometer errores.
- Por herminiapsicologia
- El 24/06/2020